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La salud de la mamá homeschooler

Por Ana Gabriela Ronceros Orbegozo


Ana Gabriela, mamá educadora y coach, junto a una de sus hijas.
Ana Gabriela, mamá educadora y coach, junto a una de sus hijas.

En la hermosa, aunque a veces dura, tarea de educar en el hogar, las mamás solemos entregar el corazón, el tiempo y hasta las horas de descanso para acompañar a nuestros hijos en su aprendizaje. Pero muchas veces olvidamos algo esencial y es que también necesitamos cuidar el cuerpo que Dios nos dio.


Como nos recuerda San  Pablo: “¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo…? Glorifiquen, pues, a Dios en su cuerpo” (1 Cor 6,19-20). Cuidar nuestra salud no es vanidad, es una forma de amar mejor, es reconocer que nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma están unidos, y que el Señor desea que vivamos con plenitud para poder servir con alegría.


Cuando la mamá está fuerte y equilibrada, toda la familia lo siente: hay más paz, más paciencia y más energía para amar. Y yo puedo dar fe de eso.


El entrenamiento también puede ser un camino de virtud y es así como lo llevamos en Virtus Dei Fitness, ya que trabajamos el entrenamiento físico como una experiencia integral: cuerpo, mente y alma al servicio de Dios. No buscamos un ideal estético, aunque por consecuencia del esfuerzo, los cambios y mejoras se irán viendo de manera progresiva; sino que principalmente buscamos la fortaleza interior y exterior para cumplir la misión que el Señor nos confía como esposas, madres y mujeres. 


Cada movimiento, cada respiración, puede convertirse en una oración viva si lo ofrecemos al Señor: “Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor” (Col 3,23).

La actividad física, una alimentación sana y un descanso adecuado no solo fortalecen el cuerpo, también renuevan el ánimo y reducen el estrés. Cuando nos ejercitamos con constancia y cuidamos lo que comemos, aumentan la energía, la concentración y la alegría. El cansancio disminuye y el hogar se llena de una luz distinta: la de una madre que se siente viva y agradecida.


Podemos también citar a San Juan Pablo II, a quien estamos próximos a celebrar, quien en su Teología del Cuerpo, nos recuerda que el cuerpo expresa el misterio de la persona y su vocación al amor. Por eso, cuidar nuestro cuerpo es cuidar también nuestra capacidad de amar y entregarnos plenamente. No es egoísmo reservar un tiempo para entrenar o descansar; mis queridas amigas es responsabilidad y gratitud hacia el don recibido.


Redescubre la alegría del movimiento, la belleza de cuidar tu cuerpo como templo del Espíritu Santo y la oportunidad de ofrecer cada esfuerzo como oración. Entrenar no es solo mover el cuerpo, es formar el carácter, fortalecer el espíritu y glorificar a Dios con todo nuestro ser.


Ana Gabriela es madre educadora en el hogar y coach en Virtus Dei Fitness.

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